lunes, 12 de enero de 2015

Oruro se levantó “entre relaves mineros, lejos de la ciudad”

Oruro se levantó “entre relaves mineros, lejos de la ciudad”. Para verificar esa conclusión, es necesario ver una fotografía antiquísima que, gracias al Facebook, se puede compartir y formar una historia con la participación de todos quienes, de una u otra manera, “aumentan datos, fechas, años y recuerdos para descubrir las grandes transformaciones que sufrió esta tierra”.

Desde el 9 de octubre de 2014, fecha en que Jesús Elías subió la fotografía, en blanco y negro, incluso se han despertado pasiones por Oruro, como el que expresa Miguelito Salas Aguilar: “Agradezco a Dios, por haber nacido en Oruro, y le agradecería el doble si me entierran en esta bella tierra”.

La fotografía tiene un título simple, pero de profunda significación: “Entre relaves mineros, lejos de la ciudad, se alzaba una pequeña capilla… Ahora la capilla es todo un Santuario”.

Aquella imagen puede ser una de las fotografías más antiguas de las que se ha logrado de Oruro, porque se puede apreciar, una pequeña capilla al fondo, en las faldas del cerro Pie de Gallo y a sus alrededores, nada más ni nada menos que los relaves o los desechos mineros que se lograron extraer de las minas de San Miguel, desde hace más de 400 años, incluso antes de la fundación de la ciudad.

La fotografía muestra que no había ni siquiera espacio para tener una plaza del folklore o un camino como para pasar de un lado a otro. Los promontorios de tierra, mezclada con minerales, ha debido expulsar los olores característicos de la copajira y no permitía siquiera la construcción de una casa.

Sin embargo, en la imagen se puede ver unas dos casuchas más arriba de la capilla que, si nos trasladamos imaginariamente a hace doscientos o cuatrocientos años, puede ser que servían de depósito de minerales o finalmente un lugar para descansar o para vestirse de minero. Otros sin embargo, pueden coincidir en que ese era el lugar donde vivía el Chiru Chiru o el Nina Nina que, como dice la leyenda, era un ladrón que robaba a los ricos para ayudar a los pobres y que hoy forma parte del Carnaval de Oruro, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Más arriba del cerro Pie de Gallo, se pueden apreciar los agujeros por donde ingresaban los mineros a extraer mineral, la plata que tanto codiciaban los españoles y que durante siglos, les ha servido para mantener la corona y para fortalecerse como reinado. Oruro, según la historia, tenía plata de alta pureza, mejor que la que existía en el cerro rico de Potosí y, por eso, después de 1606, los potosinos y los españoles preferían llegar a esta ciudad, para sacar ese metal precioso con mayor facilidad.

A la izquierda de la capilla de la Virgen del Socavón, se puede apreciar promontorios de tierra y mineral, extraídos precisamente de la mina San Miguel, que se encontraba y se encuentra aún, una bocamina en el rincón. Ahí están las huellas de la gran explotación minera que hubo desde antes del 1 de noviembre de 1606, fecha de la fundación de la Villa de San Felipe de Austria y que, por la costumbre de los oriundos de esta tierra, se prefería llamar Oruro, tal como se conoce hoy en el mundo, gracias al Carnaval de Oruro.

Más abajo, hay relaves y casas, pero no eran casas para vivienda, sino para la instalación de las oficinas que permitían controlar a los mineros, cuánta cantidad de producción sacaban y cuántas horas de trabajo tenían. Aquellos siglos, es obvio, que no había sino la obligación de trabajar para extraer la mayor cantidad de plata. No había descanso. Se trabajaba hasta morir, para servir a los españoles.

Hay techos de paja, pero algunos también llevan calamina. Si existía calamina, la fotografía no puede ser sino de la década de 1920 y 1930, la época de oro que tenía Oruro, donde la producción era inmensa, pero donde también había la mayor cantidad de riqueza económica que permitía exponer y tener los mejores servicios en esta ciudad, como los teléfonos, agua potable desde Cala Cala, la más rica y la más pura, las calles alrededor de la plaza 10 de Febrero estaban pavimentadas, no con una capa de cinco centímetros de alquitrán, sino asfalto rígido y encima flexible, como se denomina ahora técnicamente.

Según Jesús Elías, más antes de 1914, “se construye la torre por encargo de un devoto peruano de nombre Trifonio Pacheco”. No era extraño, por eso, la presencia de extranjeros en nuestra tierra, no solo en los últimos cien años, sino desde que aparecieron los españoles. Después, se llenaron de alemanes, israelitas, yugoeslavos (hoy se llaman croatas), turcos, árabes, franceses (los que construyeron el actual edificio de la Alcaldía Municipal, donde funcionaba el Banco Nacional de Bolivia).

Trifonio Pacheco, como señala Miguel Salas Aguilar, “hizo importantes donaciones como la torre de Santo Domingo, la Capilla del Socavón, la Iglesia de Santa Ana (hoy Colegio Bethania), además de la donación del Tambo del Socavón al municipio, quienes posteriormente hicieron uso del terreno para la actual escuela Donato Vásquez. Murió el año 1924, luego de un pleito de propiedades con parientes de su esposa, que murió mucho antes. Era un filántropo, como nunca más hubo en la ciudad de Oruro, ni Simón I. Patiño, con sus incontables millones, hizo tanto por esta querida ciudad”.

Antes de la nacionalización de las minas, en 1952, no había Corporación Minera de Bolivia, sino la Compañía Minera de Oruro. Hoy, en esos terrenos, siguen todavía algunas huellas de ese pasado histórico, pero se asienta Comibol. El lugar, que en vez de ser turístico, está cerrado con llave y solamente ingresan los pocos empleados que no saben apreciar aquellos ambientes, aquella bocamina que también ha quedado casi tapado y que nadie se preocupa de promocionarlo y de preservarlo.

Hoy, alrededor y encima de aquella pequeña capilla, convertida en Santuario de la Virgen del Socavón, hay casas y edificios por todo lado. Aquella serranía, que parecía imponente, está a punto de desaparecer, con más casas. Los cerros fueron loteados y cada vez aparecen más casas. La Municipalidad nunca ha controlado ni preservado los lugares históricos.

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