Oruro no tiene una política para preservar la ciudad antigua, la que estaba alrededor de la plaza 10 de Febrero e incluso, hace más de 60 años se permitió la destrucción de la Iglesia Mayor, que se encontraba en el actual edificio de la Gobernación.
El historiador Antonio Revollo dijo que, lamentablemente, en la ciudad de Oruro “nadie se preocupa por la preservación de los edificios declarados patrimoniales y se están destruyendo poco a poco, como si esos edificios no tuvieran historia y no significarían nada”.
Indicó que en Oruro “se destruye todo y en su reemplazo aparecen edificios altos, sin respetar el valor histórico y artístico de aquellos bienes inmuebles que están desapareciendo”.
Hace poco se destruyó un edificio de la calle Ayacucho, esquina Presidente Montes. En la esquina de la calle Murguía y Petot se permitió el deterioro y la caída del edificio que antes formaba parte de una estructura totalmente diferente a la actual.
El edificio de la calle Soria Galvarro, esquina Caro, que también fue declarado patrimonio de Oruro está deteriorándose. Poco a poco se cae y, parece que los dueños, lo único que quieren es deshacerse del inmueble y vender el terreno a un mejor postor.
En la calle Bolívar había edificios de gran valor artístico, pero con el Plan Regulador se obliga a los dueños a destruirlos y, para el futuro, ampliar la calle con dos metros de profundidad, como si con esa acción se podría resolver el gran problema de congestionamiento vehicular y de concentración de multitud de personas, durante la época de Carnaval.
La calle Bolívar, pese a la ampliación de algunas partes, seguirá siendo angosta para un espectáculo de enormes dimensiones como es el carnaval. Cada vez hay más público, más turistas y cada vez, las autoridades municipales de turno siguen con los mismos planes de vender metros lineales y graderías, como si estuvieran haciendo un gran favor para la organización del carnaval.
A título de modernidad, se ha destruido el Palacio Consistorial colonial y republicano de hace más de 150 años y que estaba ubicado en el lado sur de la plaza Castro y Padilla. Hoy, solo se pueden apreciar los cimientos ocultos debajo de focos de luz, como un triste recuerdo de cómo se destruyen los edificios patrimoniales.
“Se está borrando la historia de Oruro, con esa clase de actitudes. Los edificios reflejan una parte de la historia, pero nadie vela por mejorar o por lo menos mantener esos inmuebles. Tampoco hay una política del Estado, para preservar esos edificios”, afirmó el ingeniero Roberto Cáceres.
Según el arquitecto Boris Medina, “en Oruro nadie respeta el Plan Regulador de la ciudad” y, por eso, planteó la realización de un nuevo Plan de Desarrollo Municipal, Plan de Desarrollo Departamental.
Según el ingeniero Cáceres, “el Plan Regulador de la ciudad sólo ha servido para destruir la historia de Oruro y para permitir la construcción de un Hotel Plaza en la plaza 10 de Febrero y otros edificios que han destruido, al mismo tiempo, la hermosa historia de hace más de 400 años”.
Con el Plan Regulador, se ha obligado incluso a la Comunidad Religiosa de Franciscanos a construir un colegio nuevo, dejando dos metros de acera. La portada histórica, de piedra ha sido modificada, pero al lado persiste otro edificio de la época de la República de Bolivia, donde aún están tiendas y almacenes. Una famosa heladería Alemana persiste en ese lugar, pero con otros dueños.
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