miércoles, 22 de febrero de 2012

Los Cazorla preservan la historia de Oruro

La casa orureña de los Cazorla huele a añejo. Cuadros, vitrolas, discos de vinilo, caretas y trajes folklóricos, cámaras, visores estereoscópicos, fotos, almanaques, libros, revistas, documentos, monedas... centenares de reliquias habitan ese hogar de la calle Linares que se ha convertido en un museo improvisado que guarda pedazos de la historia orureña y del país.

Los hermanos Fabrizio y Maurice Cazorla Murillo se han convertido en una especie de rescatistas de tesoros en la tierra de Sebastián Pagador. Un comunicador social y un abogado que han entregado buena parte de su vida a recuperar y resguardar variopintos objetos, la mayoría invaluables. Todo comenzó como un hobby, allá por 1992, cuando se dedicaron a recabar objetos relacionados con el Carnaval.

Y pasaron a armar colecciones de todo tipo. Hasta que en 2000, impulsados por el hermano Juan Bautista Pesci, inauguraron la Feria del Desempolvado, en la entrada del Santuario del Socavón. Un repositorio al aire libre que se habilitaba cada último domingo de mes, donde los Cazorla pudieron exponer las piezas históricas que preservan en su casa, y a incentivar el trueque con otras familias y personas.

“Ahí notamos que los orureños querían saber más de sus raíces, su cultura”, cuenta Fabrizio. Por ello, paralelamente, crearon la revista Historias de Oruro. Aparte, la gente comenzó a contactarlos para venderles o donarles objetos antiguos que estaban librados a la suerte en sus viviendas. “Tenemos cosas de la historia oficial y también de la historia social y cultural del departamento y de Bolivia”.

Como buenos rescatistas, apenas los convocan, Fabrizio y Maurice se presentan en el lugar, verifican las reliquias y las trasladan a su aposento. “Generalmente, la gente se desprende de ellas porque sabe que van a ser mejor valoradas y apreciadas en la feria, y que van a tener el debido cuidado”, explica Fabrizio, Asumen su pasión a tiempo completo, sin límite de horarios.

Así lograron salvar del bote de basura un grupo de fotos del fundador de una de las comparsas de la diablada de esa región. Entre las recientes joyas adquiridas está una colección de las primeras imágenes a color del Carnaval de Oruro, de 1952, tiempo en que los negativos debían viajar a las oficinas de Kodak en Nueva York para ser revelados. Aparte, cientos de fotos añejas están archivadas en álbumes.

Los Cazorla cuidan con esmero dos gramófonos de los años 1915 y 1921, que brindan la música ambiente en las jornadas de la Feria del Desempolvado, que ahora se realiza cada fin de semana. Por su plato giratorio pasan centenares de discos que se remontan a inicios del siglo XX, entre ellos una compilación de 400 con música de las carnestolendas orureñas y otros con las cuecas de Simeón Roncal o las interpretaciones de la banda del regimiento Pérez.

Una de las vitrolas canta una versión antigua de Linda orureñita en el hogar de los hermanos, mientras Fabrizio “estrena” un traje de moreno de los años 20 del siglo pasado, el cual incluye una coqueta peluca rubia. En sus depósitos hay decenas de atavíos y máscaras de danzas bolivianas. Una de las más queridas es una vestimenta de la morenada de fines del siglo XIX, que lleva bordada el escudo boliviano.

Fabrizio recuerda que un día que visitaron el thant’a k’atu (mercado de cosas viejas), encontraron entre los cachivaches una serie de fotos estereoscópicas con vistas de La Paz y minas de Potosí y Oruro. Las compraron de inmediato, junto con unos visores difíciles de encontrar en la actualidad. “El hallazgo fue increíble. Esas imágenes tienen efectos en tercera dimensión”, relata el comunicador social.

Él y su hermano heredaron esta afición de rescatistas del pasado de su abuelo materno, el orureño Josermo Murillo Vacareza, quien legó a la familia documentos, fotos, periódicos, discos carnavaleros... Pero hay un punto que estos investigadores todavía buscan dilucidar en cuanto a su pasado: su probable relación genealógica con Pedro Domingo Murillo, el protomártir de la revolución paceña de 1809.

Los dos cuadros de Olivares

Dos piezas que los Cazorla guardan con esmero son óleos del orureño Manuel Florentino Olivares que retratan al héroe. Según sus pesquisas, fueron pintados en base a testimonios de personas que conocieron a Murillo, y comprados por su tatarabuelo, por su supuesta relación de parentesco con el líder independentista. Los hermanos ahora están tras las huellas de un presunto tercer cuadro de la serie.

Para el futuro inmediato, los Cazorla se han trazado dos proyectos. El primero apunta a abrir el primer museo-casa de la ciudad de Oruro, que haga un recorrido por la vida y trayectoria de Josermo Murillo Vacareza y que sea un espacio de investigación y difusión cultural que muestre los tesoros que han logrado en décadas. “Es uno de nuestros sueños”, señala Fabrizio.

El otro tiene relación con la Feria del Desempolvado, para convertirla en itinerante, o sea, llevarla a las capitales de las provincias orureñas, al área rural y a otros departamentos del país. “Queremos que esta iniciativa se pueda emular en otras regiones. Mostrar que con la exposición de objetos antiguos se puede enseñar historia”. Y ya se han hecho contactos para esto.

Mientras tanto, Fabrizio y Maurice siguen rescatando retazos de la historia boliviana. En su desorden, muestran unos billetes de la suerte de 1919, que eran utilizados en el Calvario de Oruro para comprar a nombre de la Virgen del Socavón. Más allá, están unos almanaques de los años 50, cajitas antiguas de cerillos... No hay límites para su pasión por el pasado.







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