Sin duda, debe tomarse como referente obligatorio lo acontecido en la ciudad de Tinta, Bajo Perú, cuando a principios de noviembre de 1780 se rebeló José Gabriel Condorcanqui, llamado Túpac Amaru. Este hecho generó notable influencia en lo que sucedería meses después en la Villa de San Felipe de Austria.
La historia cuenta cómo las tropas indígenas de Túpac Amaru habían cercado la ciudad de Puno, como una prueba de lo que harían más tarde en la ciudad de La Paz, con el fin de expulsar a los españoles. A principios de 1781, se sucedieron los primeros combates y los habitantes de Puno estaban irremediablemente perdidos, cuando de pronto salió en procesión la imagen de la Virgen de la Candelaria que había llegado a ese lugar en 1580, procedente de España, y cuyos reflejos dorados de las andas que tenía, cegaron la visión de los nativos, que tuvieron que huir despavoridos.
Paralelamente, en Chayanta, región actual del Norte de Potosí, se levantaba en armas Túpac Katari, cuya muerte provocada por los escoltas españoles que le conducían a la actual Sucre, hizo que los indios reaccionaran con ferocidad, cobrando la vida de esos escoltas. Este acontecimiento generó exacerbación en el resto de las comunidades indígenas, no sólo de Chayanta sino también del entorno de la Villa de Oruro.
A la sazón, en Oruro se vivía un clima muy particular, porque en diciembre de 1780 el Cabildo había sesionado por última vez y existía un ambiente pre eleccionario a principios de 1781. El Corregidor de la Villa, Ramón de Urrutia y Las Casas exhortaba a los cabildantes que debían cesar en sus funciones, la necesidad de ser reelectos frente a los peligros que entrañaba el levantamiento de los indios en el Bajo y Alto Perú, especialmente en las comunidades aledañas a Oruro. Existían dos partidos para las próximas elecciones del Cabildo: uno en torno al español Urrutia y otro conformado por los hermanos Jacinto e Isidro Rodríguez de Herrera.
En enero de 1781, la población amaneció alarmada por los pasquines antiespañoles que se habían pegado en las paredes y que convocaban a unir fuerzas en apoyo de Túpac Amaru. Ese mismo mes, se tuvieron noticias de sublevaciones en Paria, Challapata, Caracollo, Condo y otras regiones, exigiendo la supresión de las encomiendas, los repartos, las mitas y la rebaja de tributos a la Corona. En las elecciones celebradas en enero, el partido de los criollos fue derrotado, saliendo electos en las funciones públicas los españoles aliados a Urrutia.
El día 8 de febrero de 1781, corrió el rumor de que el Corregidor Urrutia daría muerte por ahorcamiento a Jacinto Rodríguez, como a sus correligionarios, por supuesta traición a la Corona. Al día siguiente, la tensión seguía, hasta que los dos bandos, españoles y criollos, optaron por tomar ciertas determinaciones. Los unos acuartelando a sus tropas y los otros aprestados para proteger la vida de los Rodríguez. Los españoles se refugiaron en una casa de la Plaza del Regocijo, hoy Castro de Padilla, mientras los criollos se dirigían al cuartel que era el actual predio de la Prefectura. En la noche, se escuchó a Sebastián Pagador decir su famosa proclama:
"Amigos, paisanos y compañeros: estad ciertos que se intenta la más aleve traición contra nosotros por los chapetones, esta noticia acaba de comunicárseme por mi hija. En ninguna ocasión podemos mejor dar evidentes pruebas de nuestro amor a la patria, sino en ésta. No estimemos en nada nuestras vidas, sacrifiquémoslas, gustosos en defensa de la libertad, convirtiendo toda la humanidad y rendimiento, que hemos tenido con los españoles europeos, en ira y furor y acabemos de una vez con esta maldita raza".
El día sábado 10 de febrero de 1781, la gente criolla y patriota se reunió en Conchupata y descendió hacia la plaza en gran vocerío. Perdido el control, el Corregidor Urrutia huyó a Cochabamba, mientras algunos hispanos pretendían vanamente protegerse en la casa de Endeiza, en la Plaza del Regocijo, donde luego se produciría un singular combate, muriendo los españoles a manos de los alzados de la Villa, hecho que continuó hasta el día siguiente 11 de febrero.
Paradójicamente y treinta y cinco años más tarde, las autoridades reales de la Villa aún no sabían cómo resolver las vacancias que habían dejado los sublevados de 1781. En una escritura pública de subasta y remate de cargos públicos (1) para cubrir las acefalías de empleos y otorgar varas de Regidores, el Gobierno político y militar de la Villa de Oruro, luego de la designación de un Regidor Alcalde Provincial de la Santa Hermandad y seis encargados de Regidurías llanas que tenían el título de Supernumerarios, manifiesta que en cuanto a SIETE RESTANTES REGIDORES no tiene mayor información y que "están enteramente vacantes por muerte y falta de renuncia, en tiempo y forma, de sus últimos poseedores, que son los siguientes
"Dn. Gerardo Tórrez
"Dn. Melchor de Herrera y Medrano
"Dn. Jacinto Rodríguez de Herrera
"Dn. Isidro Rodríguez de Herrera
"Dn. Domingo Urquieta.
"Dn. Manuel Zerrano
"Dn. Melchor Saavedra"
Y se añade la siguiente nota:
"Las baras de Alferez Real y fiel executor, se hallan suspensas y no se pueden rematar por esta razón, y la de que del dueño propietario de la 1ª D. Diego Antonio Flores, que fue a Buenos Ayres entre los demás individuos de la causa de Oruro, no se sabe si está vivo o muerto o si renunció en tiempo y forma. Y el de la 2ª que es el Capitán del Real cuerpo de Artillería de Milicias Urbanas Don Simón Romano, actual fundidor, ensayador y balanzario de esta Real Caxa, también es dueño propietario, la tiene afecta a sus acreencias fiscales. Caxa Real de Oruro junio 8 de 1816".
Como puede advertirse de este documento, los cargos que ejercían los sublevados de la causa de febrero de 1781, quedaron vacantes por mucho tiempo, ante la incertidumbre de no saber si sus dueños que los habían adquirido en subasta, esto es, pagando un determinado precio por ejercerlos, estaban vivos o muertos en Buenos Aires. Además de la importante ilustración que nos muestra, se puede advertir que existen otros nombres que posiblemente hayan estado también involucrados en los actos revolucionarios de febrero; pero de quienes nuestra Historia no dice mucho o simplemente los ignora, no obstante que pudieron ofrendar su vida por tan noble causa libertaria.
Estos son los acontecimientos más importantes que marcan la historia de nuestro país y de nuestra ciudad, que nos permite hoy recordar a quienes no escatimaron su seguridad y su vida, para darnos una Patria libre, como los hermanos Rodríguez, el Vicario Menéndez, Manuel Serrano, José Antonio Ramallo y muchos otros de quienes ahora ofrecemos sus nombres.
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