domingo, 12 de julio de 2015

Luis Ramiro Beltrán un orureño de oro

Qué difícil se hace escribir acerca de una gran persona, cuando se tiene tanto que decir sobre ella, pero no alcanza el espacio y el tiempo para hacerlo, porque se corre el riesgo de quedar pequeño ante la grandeza de su personalidad.

Luis Ramiro Beltrán Salmón, un orureño de oro, por sus consejos, enseñanzas, la sabiduría que transmitió, pero también por su sencillez, calidad humana y su pasión por las letras, son sólo algunas de las características que lo hicieron magno en vida y que deja hoy un vacío imposible de llenar en los corazones de quienes lo conocieron.

Pese a que en sus obras autobiográficas denunciaba su característica timidez, supo sobreponerse a ella y no fue un obstáculo para que brillase con luz propia a lo largo de su vida, que transcurrió con el firme y decidido apoyo de su madre, doña Bethzabé Salmón Fariñas de Beltrán, a quien profesó gratitud y amor incondicionales.

Admiraba enormemente las virtudes de su padre, Luis Humberto Beltrán, quien le fue arrebatado por la infausta Guerra del Chaco, cuando él y su hermano Oscar Marcel eran aún pequeños, pero que su madre, mujer inteligente y amorosa se encargó de hacer conocer a través de relatos, haciéndoles ver la acción heroica que tuvo éste al presentarse voluntariamente para ir al frente a defender la dignidad de su patria amada.

Luis Ramiro, a quien en su familia apodaron "Moro", tuvo una infancia feliz, pese a la falta de su padre, y gracias al amor inmenso y la fuerza de su madre, era inseparable de su hermano "Pochito", con quien tenía sólo un año de diferencia, lo que hacía que se pelearan mucho, pero también los unía más. "Pochito" falleció cuando tenía 14 años de edad, tras caer de un tren en movimiento, en el que volvía de La Paz a Oruro, después de pasar una temporada visitando a sus primos.



PRIMEROS PASOS

Sus padres Luis Humberto y Bethzabé abrazaron las letras desde muy jóvenes, y fue la pasión que los unió desde que se conocieron, y la cual heredaron a su hijo desde que fue muy chico, su madre le regaló una pequeña imprenta de tipos móviles de goma, lo que le llevó a descubrir su natural inclinación hacia el periodismo, cuando jugaba a imprimir "noticias".

Cuando iba de los 9 a los 10 años, sus profesores le encomendaban con frecuencia discursos para las efemérides, salutaciones y otras tareas similares, a los 11 años estaba seguro que lo que más quería en la vida era llegar a ser periodista. Se inscribió a un curso por correspondencia que ofrecía una publicación chilena, aunque no duró mucho en el aprendizaje a distancia fue su primer contacto con ese conocimiento que más adelante le serviría para trabajar en LA PATRIA, cuando su madre descubrió en él esa inclinación y lo llevó ante el entonces director, que era amigo suyo, Ulises Peláez, quien reconoció que el adolescente tenía "la tinta de imprenta en las venas" y le dijo "aquí aprenderás practicando Morito".

En LA PATRIA, subdecano de la prensa nacional, Luis Ramiro hizo buenas amistades y su afición por el ambiente que se respiraba en la Redacción hizo que comience a llegar tarde y, reciba de su madre la amenaza de que si no comenzaba a llegar a horas más apropiadas para alguien de su edad enviaría a la empleada al periódico llevándole un vaso de leche y pasteles "para el niño Morito", medida que funcionó de maravilla para que él comenzara a ajustar sus horarios.

A sus 14 ó 15 años se alejó de la Redacción de LA PATRIA, pasó por dos diarios que fueron cerrados. Más adelante, cuando contaba con 16 años y apenas graduado de la escuela le llegó una invitación que no pudo rechazar, el nuevo dueño y director del matutino orureño, Enrique Miralles Bonnecarrere, en el año 1946 le hacía la invitación para formar parte de su equipo humano en calidad de Jefe de Redacción.

CARRERA FUCTÍFERA

Fue corto el tiempo que fungió en ese alto cargo, porque se le presentó otra oportunidad dorada, Míster Bell le había inscrito en un concurso para un viaje a Estados Unidos de América como delegado de los estudiantes de secundaria de Bolivia, volvió a La Paz a rendir unos exámenes y regresó inmediatamente a Oruro para no perder su nuevo puesto en la Redacción de LA PATRIA. Sin embargo ganó el viaje y se fue con una carta que le acreditaba como corresponsal viajero de este matutino, recomendado por Miralles.

A partir de entonces, hizo estudios en el exterior, llegó a trabajar en la Organización de los Estados Americanos (OEA), en el gobierno de Canadá y en la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia, la Educación y la Cultura (Unesco) en comunicación educativa para el desarrollo.

En 1970 terminó un doctorado en Estados Unidos y, gracias a sus aportes a la comunicación, a través de ensayos, libros y artículos se hizo acreedor al premio Mundial de la Comunicación McLuhan en 1983. Recibió la máxima condecoración del gobierno de Bolivia, el Cóndor de los Andes. En 1997 recibió el Premio Nacional de Periodismo de Bolivia.

Legó varios libros entre los que destacan Investigación sobre Comunicación en Latinoamérica, Inicio, Trascendencia y Proyección; Comunicación para la Salud; Comunicación para el Cambio Social; la autobiografía Con la Tinta de Imprenta en las Venas, Memorias de Papel Sábana y la otra de similares características Mis Primeros 25 Años, Memoria Ilustrada y Breve; además El Gran Comunicador Simón Bolívar y El Subteniente y la Promesa, en la serie historia entre otros.

AMOR A LA FAMILIA

Luis Ramiro Beltrán nunca escatimó amor hacia su familia y amigos. Conservaba entre sus bienes más preciados las pertenencias de su padre Luis Humberto, que su mamá "Becha" había logrado rescatar cuando fue hasta el Paraguay a recuperar sus cenizas; los objetos que atesoraba eran los que el capellán paraguayo que lo enterró puso en manos de doña Bethzabé en Asunción.

Con ese rescate doña Bethzabé Salmón cumplió la promesa que le hizo a su esposo antes de que éste partiera a las candentes arena del Chaco, demostrando la gran calidad de persona que era ella, además de valiente como ninguna.

Las pérdidas humanas que sufrió la familia Beltrán acercaron mucho a madre e hijo, haciendo admirable esa relación de cariño y respeto que se profesaban mutuamente.

Su esposa Nora Olaya fue su mejor amiga y compañera, por quien sentía admiración, amor y gratitud, que se notaba cuando recibía a los amigos en su hogar.

Este artículo se queda corto ante las múltiples virtudes que tenía don Luis Ramiro Beltrán Salmón, pero vaya como justo homenaje póstumo para este gran hombre que personalmente admiré y quise mucho, por el legado de amor y sabiduría que nos dejó. Paz en su tumba, que Dios lo tenga en su Santa Gloria.

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