Ver su estructura imponente hace volar nuestra imaginación de cuán grandes pudieron haber sido estos seres en la realidad, aunque siempre tuvimos la fortuna de verlos en nuestra mente al leer fábulas o libros de historias inimaginables.
Transitar por ese pasillo serpenteado, es como tener al frente un camino mágico, el zigzag promete muchas aventuras y sorpresas. La fantasía se pone de manifiesto y a flor de piel la adrenalina de volar durante la secuencia de segundos que dura el paseo. Eso representa en lo imaginario aquella obra que vive en el anonimato, incluso de sus propios vecinos.
Allí está pero nadie sabe su origen, muy triste. Dicha situación hace ver que tan solo es un ornamento que vive el día y noche del tiempo. Sin embargo, aún hay aquellos que viven esa magia, se emocionan, corren, gritan, ahí están los niños, quienes sin tener miedo a ese monstruo logran conquistar su corazón.
Como premio o regalo encuentran al final de su cuerpo un pequeño parque. Por lo menos por unos minutos los mantendrá distraídos y les hará olvidar las penurias domésticas, las preocupaciones estudiantiles. Se relajarán y podrán de manifiesto toda su creatividad.
Ese bicho, como algunos lo denominan, está a tan solo unos metros del estadio "Jesús Bermúdez" en la calle bautizada con el nombre de "Eduardo Abaroa" entre Soria Galvarro y avenida Tomás Barrón, zona Norte de la ciudad.
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