La magia de la Navidad llegó a la plaza 10 de Febrero, la vistió con luces de esperanza de mejores días y la adornó con personajes bíblicos que traen a la Alta Tierra de los Urus, el mensaje de paz y amor.
El advenimiento del Niño Jesús es un momento de reflexión para todos los seres del planeta, porque permite ver que la humildad y la sencillez de su pesebre debe ser una constante en nuestro comportamiento hacia nuestros semejantes.
No se debe confundir que en la Navidad debe primar el aspecto mercantilista, pensamiento erróneo de muchas personas que se dejan llevar por el consumismo.
El milagro del nacimiento del Niño Dios es la reconciliación, el compartir, el abrazo de paz donde había un ambiente hostil, disfrutar de cada segundo que nos proporciona la noche buena para estar con los seres queridos y decirles que se los ama con todo el corazón.
Esa es la magia que también contagia a uno de los centros históricos más importantes de la Capital del Folklore de Bolivia. Las autoridades ediles desde hace algunos años, permiten que la ciudadanía se contagie de ese espíritu festivo.
El adornado de las luces lleva al orureño a posicionarse en otra dimensión, quizá una de fantasía y pasear por sus pasillos, inspiradoras de muchas situaciones para seguir adelante.
La fuente en la parte central tiene un panorama único, como si el firmamento se resumiría a ese pequeño espacio. Hacia el lado Sur un pesebre en tamaño real transporta la mente a aquel milagro ocurrido en Belén. La glorieta adornada, como si se tratara de una caja de sorpresas, encierra más que un simbolismo de unidad.
Cuatro árboles de luces marcan el camino de la libertad con una estrella que guía el corazón de los mortales a lo más profundo del sentimiento indolente que por esta fecha se convierte en amistoso. Los quirquinchos luminosos son parte del decorado que alegra la vista del orureño, aún querendón de su linda y Alta Tierra de los Urus, en una época tan linda como es la Navidad.
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