Fueron varios los motivos para que se desate la rebelión del 10 de Febrero de 1781, entre ellos el conflicto económico, las rivalidades políticas entre el partido peninsular y el partido criollo, el desprecio de casta, los problemas en las milicias, descontento popular, pero sin duda el detonador principal fue el temor mutuo entre criollos y europeos de que se produzca una traición aprovechando la entrada de los indios.
Según Fernando Cajías de la Vega, en su libro "Oruro 1781: Sublevación de Indios y Rebelión Criolla" la sublevación indígena se originó por la desconfianza de ser eliminados por los europeos, esta suspicacia fue descrita por Bardel, abogado defensor de los criollos, de la siguiente manera:
"Los europeos se creían que la plebe y los cholos de Oruro, lejos de ayudarles contra el enemigo común, habían de aliarse más bien con éste y, por eso, los europeos se preparaban a la defensa con cautela y separación de los criollos, destinando por fuerte la causa que habitaban los mismos europeos en la misma Plaza del Regocijo".
"Por lo mismo, procuraron que la Compañía de negros estuviese prevenida de armas, separada en el cuartel de las otras y al cargo solo de don Francisco Santelices, europeo que habría provocado e irritado el ánimo de los criollos, no dejaron estos de traslucir aquellas desconfianzas de los europeos, llegando a oír y sentir las amenazas de muerte que les hacía Santelices y Bullaín, cajero de Urrutia, y otros europeos inconsiderados como estos".
"La plebe y cholos se veían en el cuartel sin armas, pues las tenían los negros esclavos del comando de Santelices; cada uno de estos tenía su cuchillo y rodela, veían los acuartelados que se mandaban a hacer cartuchos de pólvora y bala, que se remitían a la casa o fuerte de los europeos.
Crecen por instantes las sospechas y se comunican hasta las mujeres y la ínfima plebe que levantan el grito, dan sus quejas al corregidor, determinantemente como Santelices y Bullaín; pero el tal corregidor nada ejecuta".
"Qué mala política la de Urrutia, cuando es constante, según las prevenciones y ejemplares que trae el citado, vizconde de Puerto, que si los pueblos se quejan, aunque sea el jefe o Comandante, debe éste mudarse y hasta las guarniciones enteras deben desalojarse siempre que hayan dado lugar a resentimientos en los paisanos; porque de otra forma se expone, según el mismo vizconde expresa, aún tumulto, pero nada de esto pensó ni ejecutó Urrutia, sino que siguió a Santelices y Bullaín y sin darles armas a los milicianos acuartelados".
En consecuencia, todo empezó el 9 de febrero, cuando mujeres y parientes de los acuartelados cercaron el cuartel exclamando que los europeos preparaban una traición, de esta manera alborotando a los soldados. Entre tanto, para los europeos todo era un plan bien armado para iniciar su sublevación, ya que no era una acción espontánea, sino preparada por Jacinto Rodríguez.
Los europeos estaban convencidos de esto y no dejaron de señalar pruebas para demostrar la verdad de sus deducciones es así que indican que el principal promotor de la versión fue Fray Josef de Echevarría, predicador jubilado de la Merced, quien declaró en 1784, que las elecciones disgustaron a los Rodríguez, y a consecuencia de esto el corregidor Ramón Urrutia, expresó que para quitar estos inconvenientes debería ahorcarlos.
Eso dio lugar a que Jacinto Rodríguez comunique a Sebastián Pagador que el corregidor quería ahorcarlo y a los otros corregidores con el objetivo de que se propague inquietar los ánimos.
De esta manera Pagador, que estaba de soldado, animó a sus compañeros para que crean la versión en contra de los chapetones, esta pareja Rodríguez-Pagador tenía una relación de trabajo de tiempo atrás, a esto se sumó Nicolás Herrera, quien estaba motivado por apoderase de los caudales de los europeos, de esta manera Herrera pasó por las casas de los criollos contándoles que los europeos los ahorcarían, infundiéndoles pánico.
Con la misma versión las mujeres fueron un factor importante para el crecimiento del rumor, casualmente este movimiento fue encabezado por la hija de Sebastián Pagador, quienes fueron las más visibles la noche del 9 de febrero para propagar el rumor e incentivar la sublevación en los milicianos contra los europeos, en esta ocasión Pagador exclamó su proclama.
Otros que se encargaron de propagar la versión, fueron los curas, comerciantes y criollos, aunque para los europeos no tuvieron el mismo grado de culpabilidad que Pagador o Herrera, entre los curas destacaron Manuel Amézaga y el fraile Agustino Antonio Lazo de la Vega; entre los comerciantes Miguel Portilla y Casimiro Delgado.
La versión principal de los criollos se manifiesta en la carta que envió el Cabildo de Oruro a la Audiencia de Charcas el 2 de marzo de ese año (1781) según ellos indicaron: "Corrió repentinamente un susurro entre la gente plebeya y acuartelada de que se les había prevenido por los europeos la traición de matarlos en las oficinas donde dormían cerrados, y ningún europeo con ellos, para cuyo efecto se les había exigido las pocas armas pertenecientes al público y se había duplicado las de los negros",
argumentaron.
Al amanecer del 10 de febrero, todos los milicianos de las diferentes compañías abandonaron los cuarteles y fueron a hacer conocer su queja a sus comandantes como al corregidor, mientras que sus familiares y algunos soldados se constituyeron en la Plaza y ahí se mantuvieron temerosos de la traición de Santelices, finalmente varios de los soldados fueron donde Jacinto Rodríguez, como su teniente coronel, al cual le presentaron su queja, y pese a que se comprometió a dirigirse con el corregidor, esto no sucedió.
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