La ruptura entre el pacto de criollos e indígenas, tras la Revolución del 10 de Febrero de 1781 derivó en que nuevamente los españoles tomaran el control de la villa, respetando como corregidor al criollo, Jacinto Rodríguez.
Como refiere Ángel Torres Sejas en su libro "Oruro en su Historia", tras la revolución del 10 de Febrero, donde participaron criollos e indígenas en contra de la Corona española, los indígenas comenzaron a cometer abusos y diferentes actos delictivos, que no pudieron ser controlados por el nuevo corregidor. Ante esta situación, el hermano del corregidor, Juan de Dios Rodríguez, fue el encargado de echar a la turba de indígenas.
El 16 de febrero, en la mañana, se formó un tumulto en la Plaza Mayor, los indígenas continuaban atemorizando a la población orureña, cometiendo un sinfín de abusos, esta situación motivó a romper el pacto de gobierno inca-criollo, que pretendía a Túpac Katari como rey.
Esto no se dio y por lo contrario, Juan de Dios Rodríguez logró echar a los indígenas, con las siguientes palabras: "Paisanos disparate han hecho en consentir, esta canalla (refiriéndose a los indígenas) que no sólo pretende acabar con los chapetones, sino también con nosotros, ¡Echen esta canalla!"
Esta arenga bastó para que criollos y mestizos, apoyados por los caciques, que habían venido con Rodríguez desde Poopó emprendieran contra los naturales, con piedras y palos.
Los indios se retiraron reprochando el maltrato de sus aliados jurando vengarse, desde ese momento se respiró paz en la villa.
Al día siguiente, el corregidor Rodríguez formó comisiones para el rescate de los objetos robados durante la semana de disturbios, se revisó casa por casa de gente de bajo pueblo, sospechosa de las raterías. En las pesquisas y requisas se incurrió en excesos de modo que hubo rezos y reclamos, riñas y bullicio, por ello se suspendió el procedimiento pero se logró la recuperación de numerosos objetos.
Después de tantos días de tumulto, saqueos, profanación de iglesias e incendios, sobre todo el desborde y la expulsión de la turba indígena volvió el orden, manteniéndose el gobierno criollo con Jacinto Rodríguez como corregidor.
En estas revueltas se tuvo la muerte de 27 españoles, 14 negros, un criollo, un mestizo y 19 indios, además de pérdidas materiales cuantiosas, se realizó el cese de los tumultos, a iniciativa del Vicario Menéndez se efectuó una procesión de sangre, solemnísima y excepcional en la que se sacó las principales efigies e imágenes de todas las iglesias, pidiendo arrepentirse y pedir perdón por los excesos cometidos durante los tumultos.
Este día se dio gracias a Dios por el don de la paz, pues al parecer la población pensaba que semejante tumulto no se detendría.
No obstante, la calma duró poco, pues la cholada se levantaba en el altiplano de La Paz, con el alzamiento de Julián Apaza tomando el nombre de Túpac Katari, quien era su líder mayor, los campesinos resentidos por la ruptura de su alianza con los criollos y expulsión de que fueron objeto, prepararon la revancha.
Aún no se olvidaban los destrozos provocados por los indígenas, cuando el 9 de marzo indios de Sillota, Paria y otras particularidades invadieron sin más la villa en son de guerra, tan de sorpresa tomó esto, que los incursores fueron derecho a la casa del corregidor Rodríguez, demandando su cabeza por traidor no sin antes amenazar a todo el vecindario, pero fueron rechazados por la guardia y reprimidos por la misma.
Ante esta invasión la gente de la villa alzó armas y dio batalla a los indios, quienes tuvieron 300 bajas.
Nuevamente se volvió a la lucha de hondas y macanas contra armas de fuego y hierro.
Esto demostró la indefensión de la villa y se fueron reorganizando las milicias españolas, para otra eventual incursión, por ello algunos historiadores toman este hecho como la traición de los indígenas porque su actuar permitió que nuevamente la Corona española esté al frente de la villa.
Por ello se dice que la traición de los indígenas, y la ruptura del pacto entre mestizos e indígenas, motivó a que ingresen las tropas del español José de Ayarza.
Este español ingresó nuevamente a la villa porque quería llevar las cajas reales, pero el corregidor Rodríguez se negó en un momento, a pesar que luego desistió y las entregó.
La presencia de Ayarza supuso el restablecimiento del ordenamiento colonial con el gobierno criollo, es decir que Rodríguez continuó como corregidor.
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