Nació en Oruro en 1915
Falleció en 2013
Cuando decidió que expondría sus obras en su propia casa, castigando a las galerías, que con la venta de sus cuadros "se quedaban con la parte del león”, la pintora Inés Ovando ya había pasado con largueza los 80 años, pero su actitud vital, irónica y desenfadada, en el arte y en la vida, la mostraba veinteañera.
De esa época hay cuadros como El hilo de la vida o Toro gay al atardecer, que expresan el pincel juguetón con el que miraba la vida. En el primero, la silueta de una rolliza mujer desnuda mira de frente a quien la mira y enreda – desenreda un hilo sutil cuyo origen y, al mismo tiempo, destino, es la máquina de coser a la cual está amarrada. En el segundo, un toro robusto reina en el centro de un prado abundante mientras, adornado con flores en la testuz, finge un paso de baile.
No era un impulso nuevo, ya antes desafió la risa con sus series de dibujos Monos y monas, Vida de vacas y El sol y las moscas. Pasaba de las pinturas a la costura con naturalidad, sus últimos años estaba encantada con las posibilidades de la hoja de coca, que bordaba en almohadones regados en su pequeño departamento del paceño barrio de San Pedro.
Agnés vivió para pintar y disfrutar. En su caminar de 98 años (Oruro 1915 – 2013) ganó muchos premios, admiraciones y suspicacias, conseguidas con una lengua afilada que producía, al mismo tiempo, imprecaciones y carcajadas. Su vida estuvo marcada por un indomeñable espíritu contestatario que la llevó a transitar por múltiples búsquedas en la bohemia, en el arte y en la política del país. ¡Gloria a ese ángel rebelde que alegró la pintura boliviana!
Carmen Beatriz Ruiz,
comunicadora social.
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