El crecimiento constante de la ciudad de Oruro está a punto de hacer desaparecer los lugares míticos que tiene esta Capital del Folklore de Bolivia. La mitología dice que hace miles de años, “habían una plaga que estaba avanzando hacia la ciudad Uru, para hacerla desaparecer, pero una Ñusta, la Virgen del Socavón, hizo que se convierta en piedra”.
Los millones de hormigas se convirtieron en extensos arenales de Cochiraya, zona oeste de la ciudad, donde algunos equipos de fútbol boliviano entrenan antes de la época del campeonato. La víbora, que es la más grande y la más impresionante, partida en cuatro, se extiende en los cerros sagrados de la zona suroeste; el sapo gigante, convertido en piedra, se encuentra rodeado de casas en la zona norte (salida a La Paz).
La única figura pétrea que se salva es el lagarto, que está cerca de Cala Cala, a unos 15 kilómetros al este de la ciudad de Oruro.
Los arenales están a punto de desaparecer. No solamente son los inescrupulosos que se llevan arena para las construcciones, sino para trasladar a Cochabamba, en volquetes, para las famosas canchas de volibol de playa. La arena es amarillenta y hermosa, caliente al mediodía, como si fuera arena de mar.
Miles de casas ya se han construido a su alrededor. Los loteadores siguen avanzando, vendiendo terrenos a precio muy bajo, sin documentación alguna. Al frente ya existe un cementerio jardín y a los otros lados, existen señales de la compra y venta.
La Alcaldía Municipal ha declarado al lugar como un patrimonio orureño, pero nadie hace respetar el sitio. No se pueden colocar policías para preservar ese lugar. A pocos metros se encuentra la cantera de San Pedro y una carretera, que se denomina avenida de Circunvalación, que en vez de preservar los arenales ayuda a extraer esos recursos naturales.
La Universidad Técnica de Oruro, con el rector Rubén Medinacelli Ortiz, ha emprendido una gran campaña pública para preservar la víbora, que está extendida sobre la cima de los cerros. La cabeza ya está cubierta de casas, algunas nuevas y otras rústicas. Ya es difícil mirar y admirar la inmensa boca abierta de aquel animal. Sin embargo, cada primer viernes, los creyentes aún acuden al lugar para realizar sahumerios.
El cerro es de pura roca, pero los inescrupulosos han preferido vender la roca partida para las construcciones. Una parte de la mitología se destruye. Los reclamos y las manifestaciones de los estudiantes de la universidad aún no han tenido eco entre las autoridades municipales. Los avasalladores han construido casas precarias en los alrededores, sin tener planos aprobados ni documentación de propiedad.
El rector de la UTO ha explicado que el terreno ha sido adquirido hace más de 50 años para construir la Ciudadela Universitaria y, como parte del patrimonio de Oruro, se ha preferido no tocar esa cima, donde se encuentra la cola de la víbora, pero los loteadores no respetan la historia, leyenda, patrimonio, planimetría y derecho propietario.
Durante ocho años, nadie de Cochiraya respeta el derecho propietario. La Alcaldía soslaya su obligación, porque dizque “ella no determina el derecho propietario”. Se acude a la Fiscalía, “tampoco determina el derecho propietario”. Se denuncia el caso al juez, pero “ahí se pierde el tiempo con papeles y corren años y años, sin que se haga respetar el sitio patrimonial”.
El mismo problema ocurrió con los extensos terrenos que ahora están ocupados por los avasalladores que se han enriquecido con la venta ilegal de terrenos.
Hace veinte años, llegar hasta los arenales, la víbora y el sapo era difícil. Ahora, aquellas figuras pétreas están dentro de la ciudad y poco a poco habrán de desaparecer con las construcciones ilegales y clandestinas.
Antonio Revollo, investigador orureño, la víbora “forma parte del mito fundacional de la cultura Uru, de la cual somos herederos los orureños, junto al sapo, batracio gigante que amenazaba por la zona norte, miles de hormigas por la zona este, un ventrudo lagarto del sector de Cala Cala y una monstruosa serpiente por la zona Sur, enviados por Wari, como castigo por desviarse de los cánones establecidos”.
Agregó que, ante el clamor de sus pobladores, “fueron convertidos en rocas y dunas de arena, por la Ñusta”.
El imaginario popular ha convertido a esas figuras pétreas como parte del disfraz de la Diablada de Oruro, perennizando ese hecho.
Por eso, dijo que es una obligación de todos los orureños, “la protección y conservación no solo de la víbora, sino de los númenes pétreos de Oruro, por su significación mítica y simbólica que, pese a siglos de existencia, aún tienen plena vigencia en nuestros días, por tanto, es nuestro patrimonio cultural, porque de allí nace nuestra identidad, legado de nuestros antepasados plasmado en la iconografía simbólica de nuestro carnaval”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario