lunes, 3 de diciembre de 2012
El archivo de la Casa Patiño de Oruro conserva imágenes de la vida económica y privada del magnate minero.
Un día del año 1900 (apenas se estrenaba el siglo XX), un obstinado minero recorría el camino entre su propiedad —La Salvadora— y la ciudad de Oruro. Apresurando el paso de la mula —se dice— repetía como una oración: “Dios mío, que no sea plata, que no sea plata”.
El minero se llamaba Simón Patiño. Llevaba a Oruro para analizar muestras del mineral de la veta que, dinamita de por medio, acababa de “cortar” en su mina. Para entonces, la plata casi no valía nada. Patiño rezaba para que sea estaño.
Resultó ser estaño.
Y un estaño de tal pureza y abundancia que en muy pocos años lo convirtió en uno de los hombres más ricos del planeta. Entonces, Patiño se avecindó en Oruro y allí hizo levantar un palacio en el que vivió con su esposa, Albina Rodríguez, y sus siete hijos hasta que en 1912 se fue a París.
La suntuosa casa que construyó en Oruro hoy es un centro cultural dependiente de la universidad pública de esa ciudad. Ahí están todavía muchos de los muebles y objetos que rodearon la vida del magnate del estaño. Está también un archivo documental y fotográfico que conserva la memoria de una importante parte de la historia de su empresa.
Una parte sustancial de las fotografías de ese archivo, que tiene por lo menos un siglo de antigüedad, ha sido restaurada en el marco de un proyecto de conservación patrimonial del Espacio Simón I. Patiño.
Más de 170 fotografías, la mayor parte de negativos en vidrio, han sido sometidas a un trabajo científico de restauración y conservación. El conocido fotógrafo Vassil Anastasov ha tenido a su cargo el componente técnico de este trabajo. Los negativos y las copias existentes en el archivo han sido protegidos siguiendo normas de conservación internacionales y se han hecho nuevas copias, atendiendo cuidadosamente los parámetros de los ‘originales’, que ahora, debidamente enmarcadas, pueden ser vistas por el público interesado.
“Una de las líneas de acción del Espacio Simón I. Patiño —dice su directora Michaela Pentimalli— es contribuir con proyectos a la preservación y difusión del patrimonio histórico del país”.
Hay antecedentes de esta línea de trabajo del Espacio Simón I. Patiño. En abril de este año, este centro cultural expuso una serie de 120 fotografías del Archivo Franciscano de Tarija sobre los viajes por Bolivia de monseñor Rodolfo Caroli entre 1917 y 1920. Caroli fue enviado por el Papa para reorganizar la Iglesia Católica en Bolivia.
La fotografía es fundamental en la conservación de la memoria histórica y para la investigación. “Es fundamental —dice Pentimalli— porque congela, de alguna manera momentos de la historia, tanto colectiva como personal y familiar”.
Efectivamente, en las fotografías del archivo de la casa Patiño de Oruro se han fijado imágenes de sus minas, en el momento de su gran despegue económico y tecnológico, y retratos colectivos de los empleados y trabajadores de la empresa. Pero también en esas fotografías han quedado grabadas muchas imágenes de la vida privada de la familia Patiño. “Es un material —dice Pentimalli— que servirá para estudiar la historia de Patiño desde ópticas diferentes y multidisciplinarias: la historia económica, social y política, pero también este material permitirá investigar una parte de la historia de la fotografía en Bolivia”.
Las fotografías han sido restauradas y se han creado las condiciones materiales para su adecuada conservación. El trabajo inmediato que deberá emprenderse es establecer mediante una investigación el origen de las fotografías, las fechas en las que fueron tomadas, la identidad de los fotografiados, pero también de los fotógrafos.
Muchas provienen de un álbum, presumiblemente encargado por el propio Patiño para mostrar diversas facetas del desarrollo de su empresa, tanto de sus minas como de sus emprendimientos financieros. Y junto a estas fotos empresariales hay documentos de las formas del trabajo y de la vida de los mineros.
En el ámbito familiar, en el archivo conservan, entre muchas otras, fotos del entierro del hijo mayor de Patiño —René— muerto a temprana edad. También hay imágenes de la celebración de un cumpleaños infantil y de la sala de juguetes de los hijos del magnate.
Quien viaje a Oruro puede ahora incluir en su itinerario una visita a este archivo que guarda la memoria visual del estaño.
Etiquetas:
Arte y Cultura
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