• Por: Máx Efraín Pérez
Cuentan las lenguas viejas de la leyenda
que una plaga sorprendió tu primavera
montañas de hormigas,
descubriendo su ansia desnutrida.
El sapo barrigón, doncel y enamorado
y la serpiente ciñéndose la cintura
con su hambre de mileños
fueron en granito y arena convertidos.
Por la gracia de la Virgen morena
y sin embargo pudieron los Andes ungirte
solar inmenso, un oásis palpitante
en medio de serranías descarnadas.
Oruro: ¡ciudad del viento encadenado!
has nacido por obra de tu destino
bajo un cielo esmaltado de virtudes
de herencia llevas un grito desvelado.
Que se desgrana en tarkas y tonadas
y un corazón adolorido de ñusta
que derrite humedad de hermano
tierra abonada de sueños y abazos.
Desde tu lecho de agrestes pajonales
Barriendo los techos corre el viento
Con carpa de picacho y llanto de yareta
la fiesta loca de brincos y aletazos.
Eres un encanto del altiplano
en esta hora fecunda, haz de bondades
los tonos fuertes de tu sangre mestiza
los aguayos y el poncho dominguero.
Hacen germinar en los salares
la quinua real y el estaño en la médula
sangrienta de tus roquedales
exalto tu nombre a los cuatro vientos.
Porque siendo madre de los cautivos
entregas la ubre túrgida al verdugo
que tritura tu sueño y tus metales
porque siendo huérfano eres un hermano.
Para el extraño que se asoma descalzo
porque eres el regazo dulce
para los que claman paz y justicia
el Sajama cauteloso, la sangre de Lauca.
Tus diablitos infernales en oblación
la china supay y el ángel bondadoso
tu propia vida bordeada de heroísmo
tu nombre: ¡Oruro, un pedestal fortalecido!
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