sábado, 27 de agosto de 2011

Pintor de un universo mestizo

Raúl Lara, uno de los principales referentes del arte nacional, falleció el lunes en Cochabamba, a los 70 años, aquejado por un cáncer diagnosticado hace en 2008. El orureño fue uno de los pintores bolivianos más importantes del siglo XX gracias a su particular estilo y capacidad para rescatar las imágenes de su cotidianidad y plasmarlas en magistrales escenas en las que reflejaba sus emociones y su visión de la sociedad boliviana, en especial del occidente.


El pintor que mejor supo retratar el mestizaje de Bolivia, a través de una visión mágica, comenzó su labor en Oruro en 1952 en el taller de su hermano Gustavo. En 1955 partió a Jujuy y después se fue a Buenos Aires, donde se integró al movimiento cultural de la capital argentina. Lara expuso sus obras en varios países de Latinoamérica así como en Japón, Italia, EEUU y Alemania. Se hizo merecedor del Primer Premio en el Concurso Internacional Iberoamericano de Pintura Bicentenario del Nacimiento del Libertador Simón Bolívar, en Venezuela (1985), además del Galardón Obra de Vida, como una desición unánime del jurado del Salón Pedro Domingo Murillo en La Paz.


La obra del artista orureño se pudo apreciar por primera vez en Santa Cruz en octubre de 2004 en la desaparecida galería Oxígeno. Cinco años después la Casa de la Cultura presentó una retrospectiva del artista a cargo de la curadora Cecilia Bayá Botti.


“Raúl Lara es un genuino representante del arte occidental de Bolivia. Él fue quien abrió el arte al mundo mestizo, el mundo del cholo, ese personaje que ha dejado el campo para vivir en la ciudad. Lara comprende esa realidad y la representa en sus cuadros con una mezcla de fantasía, es así como vemos a esas mujeres que vuelan, a esos músicos y personajes folclóricos que aparecen flotando en sus cuadros con colores extraños pero que, a la vez, los reconocemos en su piel, esa piel oscura cobriza que es su misma piel”, afirmó Bayá.
La curadora lo describe como un ser muy humano y simpatizante de la izquierda; pero nunca le interesó ser activista político.


De esa humanidad también puede dar fe su sobrino, el artista plástico Fabricio Lara que siempre lo consideró un gran ejemplo y un impulsor de su arte, junto a su padre Gustavo.
“Su aporte a mi obra ha sido infinito. Además de un buen tío, fue un gran amigo, una persona que siempre estaba de buen humor y con mente positiva”, dijo Fabricio, que destacó el legado de Raúl Lara al ser uno de los pocos artistas bolivianos en abordar su obra desde la visión del realismo mágico. “El relataba escenas que no se las imaginaba, sino que eran instantes en nuestra sociedad, con toda su riqueza e iconografía”.

Opinión

El maestro del realismo mágico
Harold Suárez Llápiz / Investigador de arte
Raúl Lara es indudablemente uno de los artistas fundamentales en el arte boliviano del siglo XX y referente nacional indiscutido a nivel latinoamericano. Desarrolló un gran oficio técnico, fruto de una sólida formación académica y los años de verdadera dedicación al trabajo honesto de taller. Como muy pocos artistas bolivianos, se destacó por tener una gran versatilidad al lograr dominar todas las diversas técnicas a su alcance; el óleo, acrílico, la témpera, el pastel, la acuarela, las tintas, el carboncillo y técnicas mixtas.


El principal sostén de su obra es el dibujo y la estudiada composición, el primero es portentoso, de trazo suelto y de carácter realista. Por otro lado, el color es muchas veces utilizado de forma gestual, a manera de manchas sugestivas, las pinceladas son expresivas y ricas en materia con peculiar textura visual y táctil. Juega mucho con los contrastes cromáticos, entre los fríos y los cálidos, para dotar a su pintura de elocuente expresividad.


Como todo buen artista, Lara tiene en su pincel una especie de varita mágica, que hasta nos puede hacer aparecer una bella metáfora de un Vincent Van Gogh en tierras orureñas. Esto sucede gracias a que los lienzos que conforman esta serie denominada Van Gogh en Oruro están auxiliados por una extraordinaria conjunción de realidad y fantasía pictórica que nos muestran al holandés conversando plácidamente con los rudos mineros o paseándose a sus anchas entremezclado entre los comerciantes de algún concurrido mercado .


La obra del maestro Raúl Lara reivindica en sus lienzos al cholo, al hombre mestizo, al utilizarlo como elemento plástico protagónico en sus composiciones. Dicho personaje transita en esos abarrotados colectivos que viajan por las grandes ciudades de Bolivia, formando parte de la cotidianidad. Precisamente en este lugar, podemos descubrir espejos mágicos que nos permiten contemplar unas sugestivas piernas femeninas entrecruzadas, o a una bella muchacha de exóticos rasgos latinos.



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